sábado, 15 de marzo de 2008

Evanescente es el aliento, que mis dedos humedece, entre los arrecifes de la madrugada. Espirales en las sienes agudizan el oído.

Su silenciosa mirada me grita, me atrae y me embauca para que la deje reposar en mi regazo. Mis manos recorren sus infinitos senderos y dan a luz sus gemidos, iniciando nuestro, más íntimo, diálogo.

Sumergidos en un placentero llanto, viajamos de la mano, recorremos innumerables horizontes.

Se evade el tiempo, las palabras de mis dedos son dichas por su suave y rítmica melodía, que nos invita a bailar, hasta quedar exhaustos y reposar en nuestros sueños.

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