miércoles, 5 de marzo de 2008

Luz que te enciendes y apagas en una noche silenciada por lejanos rugidos de gigantes de acero.

El aire transmite un frío aliento que enmudece a mis dedos. No hablan, solamente escuchan y se quejan de vez en cuando. Murmullan, en secreto, gestos entre ellos. Este helado suspiro da calor a mi cuerpo pero vosotros no lográis avivaros. Os sentís ultrajados, burlados, no queréis seguir motivando al hilo conductor de mis sentimientos. Os vais sin percataros que el que huye soy yo. Me marcho como aprendí a temprana edad. Elijo mi senda y doy firmes, pero sigilosos, pasos hacia cualquier lugar. No puedo, ni quiero participar en esta absurda conexión inexistente, os desligáis de mí y el que inicia su partida soy yo.

No comprendo vuestro silencio al daros plena libertad para expresaros.

-¿Queréis que ordene vuestras palabras?

-Algo así jamás haré.

Debéis seguir vuestro camino sin mi y yo el mío sin vosotros. Si existe un lugar que nos reencuentre, amados dedos parlantes, allá nos veremos y acordaremos la nueva alianza.

Hasta ese momento, deseo que sea feliz vuestra aventura y logréis disipar el gélido hálito, de esta noche que nos desliga.

1 comentario:

s dijo...

PEQUEÑA TORTURA SENSUAL

Quemarte las yemas de los dedos,
borrar las finas líneas que hacen huella,
perdiendo el tacto sutiles los nervios,
y no sentir ya leves las arrugas
del papel al pasar las páginas.
Y en el liso horror de la lectura
conciencia tomar de la otra cara,
saber que ya no escribe todo el cuerpo
pues parece no tu mano sino otra
de las líneas que remites la escribana .